El silencio se ha instalado
justo entre mis uñas
y la yema de mis dedos.

Se me han secado
los sonidos.
Poco a poco
se han ido muriendo
algunos gerundios.

Se me deshojaron
las metáforas.
Se cayeron todos los símiles,
como se cae el tendido eléctrico
atormentado.

Me queda, aun,
el espacio vacío
de un beso que personifica
la soledad.

Los brazos extendidos
esperando un abrazo
el gusto, en estado mustio,
por alguna conversación.

Una silla desocupada,
como terapia sin rostro que escucha mi respirar.

Y este silencio.