La próxima vez
que entregue el corazón
pediré que guarden el recibo.
Aunque no espero recibirlo de vuelta
(en buenas condiciones)
tendrá la siguiente nota:

He aquí el corazón de mi alma
en su edición más reciente.

El primero quise tallarlo en madera.

Fueron,
mis primeros,
amores dados a la piromancia.
Yo fui
un ignoto devoto
que terminó como ofrenda de combustible.

Consumida la madera,
forjé con ese mismo fuego
otro corazón para sentir,
pero lo hice de cristal.

Venas de vidrioso temperamento.
Músculo cardiaco que se astillaba solo
y que no sirve para este oficio de querer amar
y ser poeta al mismo tiempo.

No se puede pretender sentirlo todo
sin que eso te arranque algo.

Este corazón que queda en mí
lo hallé en un rincón,
envuelto en remiendos de inocencia.

Es fácil ignorar un corazón hecho en plastilina.
Pero no le subestimes.
Que esa masilla moldeable entre tus manos
me bombea vida y oxigena versos.

 

Se me ha roto mil veces
tratando de pegar otros corazones que pensé estaban incompletos.
Se ha desmoronado mas veces de lo necesario,
aunque casi siempre me lo han devuelto en su totalidad.
Y cuantas veces se me descompletaron
las ganas de seguir sintiendo,
también aprendí como volverlo a su forma prima.

Me llené las manos de sangre
propia y ajena
recomponiéndome esperando tu llegada.

Y ya que lo tienes en tus manos,
úsalo como gustes,
por el tiempo que te quedes.

Ya
temo
menos.

Aprendí a amar con honestidad
en defensa propia.

Tanto así que si intentaras romperme el corazón
quizás sorprenda cuan maleable se encuentra.
Volverá siempre a su representación original.
El tiempo y el llanto lo curan todo
Aunque nunca elimine tus huellas.