Los ojos,
dictan los tropos que han echado en nuestro tablero,
son el reflejo del alma, ventana al mundo
que se abre entre persianas-párpados.
Y todos nos maravillamos
ante la explosión de colores que inunda los glóbulos oculares.
No obstante, son pocos quienes reparan
en las cortinas que envuelve
cada ventana desde adentro.
Cada retazo de experiencia
se hace falda en la misma tela
que va añadiendo otro filtro a la alborada
que se cuela pared adentro.
Sin darnos cuenta,
se van añadiendo también (como dijo otro poeta)
de polvo y greda, capas que luego se escurren pulmón adentro.
Es ahí -cuando nos asfixiamos-
que venimos a reparar en el enredo
que hubo en nuestra mirada,
por no querer que la luz entre completa.
(Tema sugerido por una amiga)
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